03-11-2015
Un producto es ecológico si se produce con criterios ecológicos, es de proximidad y de temporada. Para ponerlos al alcance y abaratar costes surgieron las cooperativas de consumo y el reparto de cestas directamente por los productores.
Desde hace tiempo
cada vez más gente se apunta
al consumo
de producto biológico. Se entiende por biológica la producción sin pesticidas ni abonos de síntesis. Pero que un producto sea biológico no quiere decir que sea ecológico. Si vamos a comprar manzanas biológicas, pero resulta que vienen de Chile el impacto ambiental será muy grande. Aunque en su cultivo se hayan respetado todos los preceptos de la agricultura ecológica, por el hecho de recorrer medio mundo hasta llegar a nuestra mesa habrá consumido mucho combustible fósil. Además, muchas de las propiedades nutritivas habrán degradado por el largo tiempo de viaje. Algunos comercios importan desde cualquier lugar del mundo para poder ofrecer mucha variedad independientemente de la época del año. Por todo ello, para garantizar un producto verdaderamente
ecológico debe ser de agricultura ecológica, de proximidad y de temporada.
Otra cuestión importante es el precio. Los productos biológicos tienen costes añadidos debido a que no disponen de los canales de distribución que tienen los productos convencionales ni mueven volúmenes tan grandes. Por otra parte,
si un productor quiere certificar que su producto es
ecológico debe pagar una tasa que sirve para cubrir los gastos de inspección y control. Esto lleva a la paradoja de que los campesino que no contamina está obligado a pagar, mientras que los que hacen
agricultura convencional están exentos. Justamente
al contrario
del principio ambiental "Quien contamina paga".
Para abaratar costos y garantizar calidad y proximidad surgieron iniciativas sociales de diversa índole que optaron por eliminar los intermediarios. Son ejemplos
las cooperativas de consumo o las cestas de productos biológico de temporada distribuidas directamente
por los productores a domicilio o en puntos de recogida.
Las
cooperativas de consumo son asociaciones de consumidores que se organizan para hacer compras conjuntas.
En Barcelona hay unas 55-60. Habitualmente los socios se distribuyen en comisiones que se encargan de todas las tareas necesarias para su funcionamiento, contacto con el proveedores, reparto del producto, gestión contable, mantenimiento del local, etc. Las decisiones se toman de forma asamblearia.
Los criterios de compra no son exclusivamente ecológicos, también
se tienen en cuenta
la confianza y conocimiento de los productores, proximidad, comercio justo por los productos imposibles de encontrar en nuestras latitudes como café, azúcar, chocolate,. ..
Las razones para asociarse a una cooperativa de consumo son tan diversas como personas las integran. Se podrían destacar el querer
tener una alimentación más sana, libre de organismos modificados genéticamente, favorecer la producción de proximidad, mayor respeto por el medio ambiente o la producción en condiciones de no explotación de los trabajadores y trabajadoras.
Las maneras en las que llegan verduras y frutas en las cooperativas puede ser variado, a granel y los socios por turnos preparan los pedidos para el resto o cestas cerradas con productos de temporada que confeccionan los productores son las más habituales. Esta segunda opción también es la más común cuando se trata de pescado fresco.
Desde hace tres años
hay una cooperativa mixta de trabajo y consumo en el barrio de Santos (El Economato Social). Difiere de las otras cooperativas de consumo porque hay
socios trabajadores que se encargan de proveedores, preparaciones de pedidos, contabilidad, mantenimiento, etc.
y los socios consumidores no precisan dedicar tiempo a estas tareas más rutinarias. La formaron ex-socios de otras cooperativas de consumo que lo tuvieron que dejar por falta de tiempo y pensaron que eso mismo les podía pasar a otras personas. Este sistema parece que goza de éxito y quizás se extenderá a otras iniciativas.
