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El mar es un elemento vivo de Barcelona. Al final de la Rambla, que llega casi a ras de agua, la Estatua de Colón el saluda desde su atalaya y el Puerto Viejo, que se abre a sus pies, recoge la vida y el espíritu del mar. Hoy día, el paseo se prolonga mar adentro con la rambla del Mar, que conduce al Maremagnum, y se ha convertido en uno de los grandes puntos de ocio y paseo de la ciudad.

El muelle histórico
Con cuatro siglos de existencia, el Puerto Viejo es la parte más antigua y aún en funcionamiento de todo el puerto de Barcelona. Fue el primer muelle estable que tuvo la ciudad, donde los barcos podían atracar resguardados de tormentas, y separaba de manera eficaz la ciudad del agua.

Creado arañando terreno de arena en el mar, la construcción del puerto de Barcelona significó la apertura de la ciudad hacia otras tierras. Es este puerto el que a lo largo de los siglos ha dado en Barcelona una identidad común a otras ciudades portuarias del Mediterráneo: comercial, avanzada y con un punto canalla.
Un paseo junto al agua

El Puerto Viejo, ahora remodelado y convertido en un paseo que ha conquistado los ciudadanos, se extiende desde la imponente construcción gótica de las Atarazanas Reales hasta la Lonja de Mar, un edificio neoclásico impresionante que esconde en su interior los restos de la antigua Lonja de Mar, de estilo gótico. En medio, en el Portal de la Paz, desde donde Colón nos indica el camino hacia las Indias, se abren nuevos paseos ganados al mar sobre las aguas, como la gran pasarela levadiza que comunica este punto con el moderno centro comercial Maremagnum. El arte contemporáneo también se ha hecho suyo este lugar, y si en la banda alta se encuentran obras de Roy Lichtenstein o Xavier Mariscal, sobre el mar flotan esculturas de Jaume Plensa.

Pero, si hay algo que a los barceloneses y los visitantes los tiene el corazón robado, son las "golondrinas", unas embarcaciones recreativas que desde hace más de 125 años ofrecen un paseo por las aguas mediterráneas del Port Vell de Barcelona y que permiten contemplar la privilegiada vista de la ciudad desde el mar.